Poesía

Ahora, todavía

Sevilla
Renacimiento
2001

Carretera de la costa

A Benjamín Prado. Y a Jorge Salvador.

Un hombre de edad indeterminada y un joven de, aproximadamente, dieciocho años viajan escuchando música «heavy metal» en un Volswagen rojo, descapotable.

Podemos observarlos desde lejos con atención -la circulación es lenta en la Carretera de la Costa- y jugar al juego de las adivinanzas con la imagen ambigua que dibujan:

Dos jóvenes (el mayor lleva gafas de sol que le ocultan el rostro) con mucha marcha en un descapotable rojo.

Un joven (el chico luce negra melena al viento) autoestopista recogido por un carroza.

Una pareja -desigual- de homosexuales en plenas vacaciones de verano.

Dos tipos raros en un descapotable.

Sin embargo, lo cierto es que se trata de un antiguo joven de los años sesenta y su joven hijo de los años noventa, escuchando «heavy metal» en un descapotable rojo. Volswagen para más señas.

Suena una música (Poesía 1971-1993)

Valencia
Pre-Textos
1996

El padre

El tendría por entonces mi misma edad de ahora
y recuerdo su mano apretando la mía
al cruzar, los domingos, la calle hasta la iglesia.
Después, mi mano olía durante varias horas
a jabón de lavanda y rubio americano.

Solíamos deambular las mañanas soleadas
por céntricos jardines o estrechas callejuelas
y él parecía no tener un rumbo prefijado,
desconocer adrede el destino final de aquellos pasos
que me brindaba a mí, su hijo más pequeño,
con la alegría sin norte de un muchacho.

Al final, el camino siempre nos conducía
a un gran café del centro, hermoso y concurrido.
Y allí me transformaba, feliz explorador de un territorio íntimo,
en héroe sideral o enmascarado rey de los pigmeos
mientras él repasaba lentamente el periódico
o hablaba apasionado con algunos amigos
de temas misteriosos que yo nunca acababa de entrever
más allá de sus risas
y la expresión profundamente viva de unos rostros
tiernos y cariñosos al dirigirse a mí.

Más tarde, al retirarnos,
siempre con la sorpresa de un truco inesperado
aparecía en su mano un crujiente paquete
lleno de dulces frescos para tomar en casa.

Otras veces, recuerdo, en tardes de verano
solíamos caminar a la luz del crepúsculo
y su mirada de hombre, madura, ensombrecida
por unos pensamientos que yo no comprendía
pero que adivinaba próximos,
cercanos a una suerte de tristeza muy honda,
me acercaba a mí mismo
a la intuición de una edad mayor,
poderosa y extraña como sus palabras.

Se marchó una mañana dorada de Diciembre
-como aquellas mañanas azules de mi infancia-
hace ya veinte años.
Y, sin embargo, aún en los días más serenos
puedo escuchar su voz con un escalofrío,
oír como resuena, amable, enronquecida,
en mi propia garganta.

A veces veo sus ojos 
en mis ojos sin brillo.
Y la mano de mi hijo,
anidada en mi mano,
me hace sentir de nuevo
el amor de su mano.

El Impostor

Palma de Mallorca
Monograma, Colección El Cantor
1996

El impostor

¿Qué beso fue su beso?
¿El que te dió?
¿O el que luego escribió
que te había dado?

La condición del personaje

Granada
Colección litetaria de la Caja de Ahorros de Granada
1992

Amistad en dos tiempos
(leído algunos años después)

Están los mismos tilos al borde del paseo,
las mismas fuentes,
las rendidas acacias desgranando su sombra
entre besos furtivos y gentes de domingo.
Sigue hermoso el lugar
a pesar de los tiempos,
y la mañana irradia una luz de otro mundo
más allá de mis hombros
hacia un olor de arena
lavada en la costumbre.

Sigue hermoso el lugar
y a pesar de los tiempos
están los mismos niños, los inquietos
reclutas, jóvenes de ayer
ajadas hoy, arrastrando carritos y paquetes
tras esos mismos sueños.

Esta ciudad que amas, hoy nos mira
con ojos de cartón, con un perfume
de bambalinas viejas y sucio maquillaje,
-rotos tiempos que afloran desde el surco
grabado en la memoria
de nuevos calendarios,
-lluvia de hojas entre los pies crecidos
de nuestros propios hijos.

Ahora
cuando rápidamente caminamos
en una edad cualquiera de la vida
más allá de los treinta,
el champán nos provoca un sabor algo rancio
y las amanecidas
son cada vez más agrias y más lentas.
Sin embargo, marchamos,
y aunque lentos
robamos a la vida, todavía,
algunos de sus frutos más secretos.

Esta ciudad se cierra cada noche
entre dos ríos de alcohol,
entre dos pulsos
que tú y yo desvelamos tantas veces.
Tú y yo
que hemos compartido tantos libros
y algunos cuerpos,
tantos momentos de sobrias esperanzas
y ebria soledad,
unamos nuestros hombros esta noche
sobre taxis que anidan con las primeras luces
y lunas rezagadas en los últimos bares,
a pesar de la vida,
esa vida que amamos con extraña locura
y no es buena, ni noble,
ni fuerte, ni sagrada.

Reina de corazones

Granada
Corimbo
1989

Siesta

Si escribo estas palabras temo dar una imagen
de escritor que conoce su oficio y sus recursos,
temo no dar la talla, carnal, enamorada,
de un hombre que ha pisado el umbral de sus sueños.

Si digo que mis sueños, durante tantos años,
repitieron el sueño de tu cuerpo desnudo,
la estación de tu abrazo, el reguero de fresas
que dejas en mis días, festivos desde ti,
unidos desde ti a la fantasía
de una dulce verbena interminable,
puede que mis palabras, palabras de poeta que maneja sus armas,
sean sólo el simulacro
de una emoción, de la pasión que da el conocimiento
cuando rozamos la punta de los sueños.

Si digo que tu rostro, sonriente y mojado,
me guiña contra el cielo de cada escaparate,
el único sonido tu voz que me enajena
más acá de la vida, dentro ya de mis sueños;
si digo que no tengo otro olfato que el tuyo,
que puedo, como en sueños, reconocer mi aliento
cuando no estás conmigo, cuando no puedo olerte
el vino derramado por tu espalda y mi pecho;
si digo que te quiero como a nadie he querido
en este mundo torpe, lleno de medias tintas,
temo dar una imagen de escritor recurrente,
temo no dar la talla del hombre que quisiera
explicar cómo, a veces, los sueños toman cuerpo,
nos citan una noche, nos besan, nos desnudan,
nos dejan en las sábanas una flor de alegría.

El agua de Noviembre

Granada
Diputación Provincial
Colección Maillot Amarillo
1985

Canción de mediodía

Uno, a veces, quisiera no haber sido
ese joven feliz que en los guateques
se drogaba con la melancolía.

Porque uno, a veces, mira en la mañana
el rostro del dolor ante el espejo,
surcado por la angustia, castigado,
perdidos los encantos y el cabello
del solitario rostro: la tristeza
como una madreselva invadiéndolo todo.

Y uno siente en los huesos que hace frío,
que el brasero no enciende, que en la casa
penetra lentamente el viento de la tarde
como un azogue triste de soledad y desprecio.

¡Qué sola va la vida en ese mediodía
cuando sales al parque deambulando
por tu propio calor como una fiera!

Qué sola irá la vida entre los bulevares
si apenas tu mirada puede ver los azules
presentes que la aurora dejó sobre los árboles.

Porque uno, a veces, mira en la mañana
la lluvia del dolor por las aceras,
marcado por un rumbo, desterrado,
perdidas la esperanza y la alegría
en los húmedos ojos: la tristeza
como una muchedumbre invadiéndolo todo.

Y uno siente, de pronto, la llamada,
la llamada en los labios, y en los ojos
penetra lentamente el sol de una sonrisa
como la dulce lámpara que salta al corazón.

Uno, entonces, quisiera ser de nuevo
ese joven feliz que en los guateques
se drogaba con la melancolía.

Tristia

en colaboración con Luis García Montero y con el seudónimo de Álvaro Montero

Melilla
Rusadir
1982

Las cortezas del fruto

Madrid
Endymión
1980

Felicidad y Luis pasean de la mano por un parque de Londres

Has llegado al final de las acacias.

Miras atrás
y sola
el guiño de la casa te transporta
al estéril terruño, ciertas son
campanadas de Astorga.

Lo otro
fue distinto.
Hoy, el cielo gris y el amarillo rostro de los campos
traen a tu pecho la nostalgia cruda
del árido amor, del mal amor,
del tiempo.

Suena el Big-Ben.
Estás en Londres con un impermeable blanco
bajo la lluvia blanca.
Hoy eres joven y sonríes, 
y alguien
que al menos tuvo para ti una palabra
que al menos te ama porque la belleza
está presente en ti y él ama
la belleza
por encima de todos los tentadores dones
que la vida le ofrece,
está contigo.

Te bastará su mano entre tu mano
una mañana
por el parque de Londres mientras llueve,
cuando la niebla sube y vuestros rostros
son apenas esbozos, desdibujados trazos
de la felicidad.

Te bastará tu mano entre su mano
para reconstruir el mundo que perdiste,
la ignorada belleza que ofrecías.

Segura estés
de aquel paseo por el parque,
de vuestro instante quieto entre la niebla
como un tesoro efímero y enorme.

Los cantos de Ilíberis

Jaén
El Olivo
1976

Inscripción en la última necrópolis
(Ilíberis MCMLXXIII)

es mi tierra:
llanto de soleá deshabitada jarcha
MUERTA
    (ni siquiera bosteza la palabra)

De la palabra y otras alucinaciones

Veléz Málaga
Arte y Cultura
1975

Dafnis y Cloe están en la repisa

«Los vientos contrarios sacuden las velas
de mis carabelas»
Juan Larrea

Algunos días mas tarde (tú lo sabes)
las naranjas se agrietan.
Cruzamos el riachuelo por parejas
y hay pañuelos que agitan sus cortezas al viento como una singladura.
Yo lo pensé una vez.
Veamos el sabor de los frutos prohibidos
cuando tocaba a muerto una guitarra
por the rolling stones, a veces.

A veces, sí, tu mano
tu mano es como un leño que pretendiera hundirme
una estaca, una cruz, un crucifijo
un ataúd de cobre para siempre.

Después te lo dijera
y llegaras a odiarme
porque te lo dijera
y la hiel con vinagre de nuestro desayuno
(porque te lo dijera).

Ver un libro en la mesa
es angustioso a veces,
y un vaso más allá,
una hoja con versos y el bolígrafo
colgando como falo
detrás de nuestros ojos
que sueñan con morir
cuando amanece
la niebla de un cristal que estalló de descuido.

Entrar el horizonte
y subir boca arriba nuestras horas perdidas
cuando todo se aprieta
como un cajón de sastre
y matan los cuchillos en la mesa.

Tú lo has visto conmigo
tantas anochecidas:
un corazón bujía cruzándote la vista
y mi pulso batiendo records de angustia seca
tras trozos de recuerdo
envuelto en trapos.

Llovía
ruidosamente llovía y nos gustaba,
qué milagro afirmar no me arrepiento.

¡ Qué milagro va siendo amanecer unidos
con la naranja tierna y el corazón tranquilo
y ponernos un traje blanco como la espuma
y mirarnos las carnes recién limpias de espanto
cuando se junta arriba la luz de mediodía !

Otras tardes parece
que de negro se viste un alazán de cieno
cabalgando en nosotros
sus espuelas profundas
y un relincho que muere.

A veces yo lo sé 
mi mano es una horca que atenaza tu cuello
y ahoga torpemente y arrincona
aprieta como un lazo
y deshace sonrisas sin remedio,
a veces yo lo sé
te estoy cortando
la lámpara que llevas en el pecho.

Tu sabes la agonía
de un caudal sin agua y sin veleros,
de una rosa caída bajo el mármol.

Las naranjas se secan
tú lo sabes.
Alguna vez te dije
que mi cuerpo es un río…
de no sé dónde.

La mala crianza

Málaga
El Guadalhorce
1974
Segunda edición 1978

Canción del reincidente

uno
no se quita de amar
ni de fumar
uno descansa

son
como treguas que
uno mismo inicia
y donde uno
firma la paz
o acusa la derrota

y mira uno
salir a caminar
sin el cigarro
decir que no
que ahora va de veras

uno que quiere descansar
y uno se sienta
en ese mismo tranco
de una calle
cualquiera
y uno piensa

lo toma uno en serio
casi siempre
uno espera vencerse
y derrotarse
porque uno es capaz
el primer día
uno después
camina sin cigarro
y sin recuerdo uno
se recrea
y se hace fuerte uno
y se autoengaña

uno
marcha y trabaja
sin cigarro
y sin fijarse apenas
en lo otro
uno olvida que aquello
es una tregua

uno
de pronto se tropieza
y uno empieza
y si hace falta reza
y baja la cabeza
y la pereza
y es que ama uno
otra vez
agarra la colilla
y recomienza.

Y…

Universidad de Granada
Colección Monográfica
1971

Y si cada mañana
el miedo se cruzara entre las sábanas
    azules de mi lecho
como disfraz pereza traslucida
    de recuerdo
y de escarnio, tal vez,
o de fracaso.

Y si en las doce
quizás del mediodía, noche tal vez o noche
    simplemete
no hubiese más cerveza ni rostros familiares
    apretones
de manos que salvan nuestras vidas.

Y si mis labios
faltasen a la cita plenos de libertad
    como
un descuido tuyo, sin más,
    Amor
como un despojo en cada primavera.

Y si frente al adiós o entre las cuatro 
paredes de mi cuarto
    una mañana
desnuda y poseída, al fin,
    mi alma
Amor, marcase los caminos:
la esquina de la vida,
    Amor
una mañana…
frente a las cuatro paredes
o al adiós, etcétera.